Ser Guatemalteca


DANIEL CHAUCHE Y SUS MUJERES DIÁFANAS

Diáfanas es la primera palabra que viene a mi mente al ver las imágenes de la serie fotográfica “Ser Guatemalteca”. Sí, esas mujeres que me ven de vuelta con su mirada clara son diáfanas.  Qué lejos de las imágenes publicitarias, qué apartadas de la impostura de las revistas de modas, donde las mujeres son impenetrables, sumidas en el complejo acto de representar, como en un espejo infinito, otras imágenes deslucidas y desgastadas.  Las mujeres fotografiadas por Daniel Chauche están ante mí, abiertas y vulnerables, desnudas de cualquier otra cosa que no sea su propia presencia ante el ojo de la cámara.

Sí… vulnerabilidad y desnudez, pero también el extraño poder de la presencia. Me hace pensar en el artificio del artista que recorta cada imagen de su contexto para presentarnos eso: la pureza de la presencia.  El lienzo blanco logra el truco: no queda ni paisaje, ni entorno social.  Nada excepto el cuerpo, el rostro, el lenguaje mudo de una presencia. Y, ¡cómo impacta! No podemos dejar de verlas y de preguntarnos por su vida, por lo que dejaron atrás en el minuto que la cámara las captó, por su devenir que todavía es un misterio. ¿A dónde irán cuando se aparten de este momento fugaz en que un lienzo blanco las separa de su historia?

Las mujeres de estos retratos me parecen muy próximas. Al verlas, siento que intercambiamos miradas en un acto humano de profunda intimidad. Mirarnos es un encuentro imaginado, pero posible.

Resulta interesante que muchas de ellas no hacen solas este viaje del encuentro que yo imagino: son madres, son hijas, son hermanas.  Al entrar en la dimensión extraña del lienzo blanco del fotógrafo, se encontraban juntas.  Y me identifico mucho con esa circunstancia, porque el mundo de las mujeres es así.  Hecho de relaciones estrechas, de historias vinculadas, de lazos. Con naturalidad, Daniel me ayuda a verme inmersa en este mundo de mujer, tan lleno de simbiosis, de alianzas perdurables, de tejidos. La madre con su hija, reina de la Feria, por ejemplo, enseña que en la vida de cada una de nosotras hay una genealogía de voces femeninas  que nos hablan al oído, o la vendedora callejera que nos permite intuir un afán de lucha conectado al vínculo afectivo que le da sentido, las hermanas de San Mateo Ixtatán nos cuentan la historia de una familia de mujeres.  A través de cada una de ellas, puedo sentir mi propia vida, palpitando en los afectos.

“Ser Una Mujer Chapina” contiene muchas imágenes de mujeres indígenas guatemaltecas, los seres más invisibilizados de una sociedad segmentada. Y al presentarlas con un valor no de contexto, sino con el peso de su mera presencia,  siento en mí un acto de afirmación importante que me libera del anquilosamiento en que nos sumen las prohibiciones de aquello que nuestra cultura muestra y de lo que escoge no ver. Me gusta sentir que puedo acercarme a estas mujeres lejanas y saber que nos parecemos tanto.

Esta serie fotográfica que tan íntimamente se adentra en el mundo de las mujeres chapinas, nos revela que  la mirada tiene un magno poder.  En el caso de Daniel,  mediante su propio encuentro y su propio asombro, nos hace visible lo invisible.

Carol Zardetto